Llevo mucho tiempo sin pasarme por Bibliolocura, lo sé, pero aquí estoy de nuevo con una pequeña reseña. Os prometí reseñas de libros de poesía, y las tendréis, pero hoy no es el momento.
Hoy es el momento de Buenos días, tristeza, una pequeña novela escrita por Françoise Sagan (que en realidad se apellidaba Quoirez) en 1954. Tenía tan solo diecinueve años cuando ésta, su primera novela, salió a la luz, proporcionándole bastante éxito. Forma parte de la llamada Nueva Ola de la literatura francesa, algo así como una corriente cercana a lo cinematográfico. Pero yo qué sé de estas cosas. Vayamos a la reseña.
En una hermosa mansión a orillas del Mediterráneo, Cécile, una joven dediecisiete años, y su padre, viudo y cuarentón, pero alegre, frívolo y seductor como nadie, amante de las relaciones amorosas breves y sin consecuencias, viven felices, despreocupados, entregados a la vida fácil y placentera. No necesitan a nadie más, se bastan a si mismos en una ociosa y disipada independencia basada en la complicidad y el respeto mutuo. Un día, la visita de Anne, una mujer inteligente, culta y serena, viene a perturbar aquel delicioso desorden. A la sombra del pinar que rodea la casa y filtra el sol abrasador del verano, un juego cruel se prepara. ¿Cómo alejar la amenaza que se cierne sobre la extraña pero armónica relación de Cécile con su padre? A partir del momento en que Anne, que había sido amiga de su madre, intenta adueñarse de la situación, Cécile librará con ella, con el perverso maquiavelismo de una adolescente, una lucha implacable que, a pesar suyo, erosionará su vida y la conducirá lentamente al encuentro de la tristeza.
COMENTARIO
Cécile es una chica mala. Ella vive con su padre desde hace dos años, cuando abandonó el internado en el que pasó su infancia, y se ha acostumbrado a una vida de fiestas, salidas nocturnas y buena vida. Es una joven burguesa que no se preocupa por nada, que vive con y para su padre y que siente por él un amor muy intenso.
Su padre, Raymond, es un mujeriego. Desde que se quedó viudo, ha ido conociendo a muchas mujeres, aunque sus relaciones no duraban más de unos meses. Mujeres como Elsa, guapas, con dinero y un poco tontas. Burguesas sin intenciones de nada más que de divertirse.
Y en este punto aparece Anne, de quien se enamora Raymond, y empieza el lío. Un lío en el que Cécile siente cómo puede irse su vida de lujos al garete. Un lío que ella está dispuesta a deshacer. Cécile, manipuladora y muy inteligente, va a saber manejar los hilos de los personajes de su historia como si fuera una directora de cine.
Hablemos del estilo. Me gusta. Es una novela sencilla, pero para nada una novela como la literatura juvenil actual. Ni mucho menos. El estilo es muy visual. Como por planos. Cinematográfico. También tiene mucho de monólogo interior, y es que está contado en primera persona por Cécile, a quien comprenderemos desde el principio, pero tampoco la conoceremos del todo. En el fondo, para mí, incluso en un libro, es imposible entender a las chicas. Y es que su forma de pensar, de sentir, de vivir, es cambiante. El monólogo interior y sus pensamientos nos ayudarán a ir descubriendo qué pasa por su cabeza a lo largo de la novela.
Una novela cortita, pero intensa, rápida y entretenida. Habrá amor, no sólo el de Raymond, pues Cécile conocerá a un chico, Cyril; el triángulo amoroso en el que se encontrará Raymond (con Cécile como principal afectada, si formar parte de él), manipulaciones, fiestas, alcohol y alta burguesía francesa de mediados del siglo pasado. Todo ello contado desde el punto de vista de una adolescente mimada y malcriada cuyo único objetivo es ser la única poseedora de su padre.
Una novela entretenida que me ha hecho pasar un buen rato. Recomendable, aunque tampoco para tirar cohetes. Te la lees en una tarde y no piensas que hayas perdido el tiempo.