jueves, 31 de marzo de 2011
Poesía: Amor constante más allá de la muerte, de Quevedo
miércoles, 30 de marzo de 2011
Miércoles musicales V: Sunshine of your love
martes, 29 de marzo de 2011
Crítica de Cujo, de Stephen King
lunes, 28 de marzo de 2011
Una de portadas I
domingo, 27 de marzo de 2011
Mientras pasan las horas
viernes, 25 de marzo de 2011
Érase una vez... III
jueves, 24 de marzo de 2011
Reseña: Theodore Boone. Joven abogado, de John Grisham
Un crimen perfecto, un testigo sin rostro y Theodore Boone, quien sabe tanto que tal vez sepa demasiado. El joven aprendiz de abogado se ve involucrado inesperadamente en el juicio de un sensacional crimen: se ha cometido un asesinato a sangre fría y su autor está a punto de salir indemne.Theo es la única persona que conoce la verdad y decide arriesgarlo todo para conseguir que se imparta justicia. Theo había soñado siempre con ser un gran abogado, de hacer una gran carrera en los estrado, y en verdad lo tenía todo para conseguirlo, pero no esperaba en ningún caso encontrarse tan pronto en los tribunales.Theodore Boone, trece años, hijo único de dos prestigiosos abogados de la ciudad de Strattenburg, conocedor de todos los jueces, de la policía, del secretario judicial, familiarizado desde niño con el complejo mundo de las leyes, es el protagonista vocacional de esta trepidante novela. Intriga y suspense se suceden desde la primera línea hasta al final, y son los elementos fundamentales con los que John Grisham, el maestro indiscutible del thriller judicial, elevó el género a la categoría de best-seller en todo el mundo.
miércoles, 23 de marzo de 2011
Miércoles musicales IV: Bad Reputation
martes, 22 de marzo de 2011
Ejercicios de estilo, de Raymond Queneau
Notaciones
En el S, a una hora de tráfico. Un tipo de unos veintiséis años, sombrero de fieltro con cordón en lugar de cinta, cuello muy largo como si se lo hubiesen estirado. La gente baja. El tipo en cuestión se enfada con un vecino. Le reprocha que lo empuje cada vez que pasa alguien. Tono llorón que se las da de duro. Al ver un sitio libre, se precipita sobre él.
Dos horas más tarde, lo encuentro en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: "Deberías hacerte poner un botón más en el abrigo." Le indica dónde (en el escote) y por qué.
Relato
Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que había quedado libre.
Dos horas más tarde, volví a verlo delante de la estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente.
Vacilaciones
No sé muy bien dónde ocurría aquello... ¿en una iglesia, en un cubo de la basura, en un osario? ¿Quizás en un autobús? Había allí... pero, ¿qué había allí? ¿Huevos, alfombras, rábanos? ¿Esqueletos? Sí, pero con su carne aún alrededor, y vivos. Sí, me parece que era eso. Gente en un autobús. Pero había uno (¿o dos?) que se hacía notar, no sé muy bien por qué. ¿Por su megalomanía? ¿Por su adiposidad? ¿Por su melancolía? No, mejor... más exactamente... por su juventud, adornada con un largo... ¿narigón? ¿mentón? ¿pulgar? No: cuello; y por un sombrero extraño, extraño, extraño. Se puso a pelear -sí, eso es-, sin duda con otro viajero (¿hombre o mujer?, ¿niño o viejo?) Luego eso se acabó, concluyó acabándose de alguna forma, probablemente con la huida de uno de los dos adversarios.
Estoy casi seguro de que es ese mismo personaje el que me volví a encontrar, pero ¿dónde? ¿Delante de una iglesia? ¿delante de un osario? ¿delante de un cubo de la basura? Con un compañero que debía de estar hablándole de alguna cosa, pero ¿de qué? ¿de qué? ¿de qué?
Retrógrado
Te deberías añadir un botón en el abrigo, le dice su amigo. Me lo encontré en medio de la plaza de Roma, después de haberlo dejado cundo se precipitaba con avidez sobre un asiento. Acababa de protestar por el empujón de otro viajero que, según él, le atropellaba cada vez que bajaba alguien. Este descarnado joven era portador de un sombrero ridículo. Eso ocurrió en la plataforma de un S completo aquel mediodía.
Punto de vista subjetivo
No estaba descontento con mi vestimenta, precisamente hoy. Estrenaba un sombrero nuevo, bastante chulo, y un abrigo que me parecía pero que muy bien. Me encuentro a X delante de la estación de Saint-Lazare, el cual intenta aguarme la fiesta tratando de demostrarme que el abrigo es muy escotado y que debería añadirle un botón más. Aunque, menos mal que no se ha atrevido a meterse con mi gorro.
Poco antes, había reñido de lo lindo a una especie de patán que me empujaba adrede como un bruto cada vez que el personal pasaba, al bajar o al subir. Eso ocurría en uno de esos inmundos autobuses que se llenan de populacho precisamente a las horas en que debo dignarme a utilizarlos.
Otro punto de vista subjetivo
Había hoy en el autobús, a mi lado, en la plataforma, uno de esos mocosos de los que no abundan afortunadamente porque si no, acabaría por matar a uno. Aquél, un muchacho de unos veintiséis o treinta años, me irritaba especialmente, no tanto a causa de su largo cuello de pavo desplumado como por la clase de cinta de su sombrero, cinta reducida a una especie de cordón de color morado. ¡Jo!, ¡el cabrón! ¡Cómo me cargaba! Como a esa hora había mucha gente en nuestro la autobús, aprovechaba los empujones de costumbre a las subidas o bajadas para hincarle el codo en las costillas. Acabó por largarse
cobardemente antes de que o me decidiera a pisotearle un poco los pinreles para jorobarlo. También le hubiera dicho, para fastidiarlo, que a su abrigo demasiado escotado le faltaba un botón.
Ignorancia
Yo, no sé qué quieren de mí. Pues sí, he cogido el S hacia mediodía. ¿Que si había gente? A esa hora, por supuesto. ¿Un joven con sombrero de fieltro? Es muy posible. Aunque yo no miro descaradamente a la gente. Me importa un pito ¿Una especie de galón trenzado? ¿Alrededor del sombrero? Comprendo, una curiosidad como otra cualquiera, pero, desde luego, no me fijo en eso. Un galón trenzado... ¿y se habría peleado con otro señor? Cosas que pasan.
Y, además, ¿tendría que haberlo vuelto a ver otra vez una o dos horas más tarde? ¿Por qué no? Hay cosas aún más raras en la vida. Precisamente, recuerdo que mi padre me contaba a menudo que...
Versos libres
El autobús
lleno
el corazón
vacío
el cuello
largo
el cordóntrenzado
los pies
planos y aplanados
el sitio
vacíoy el inesperado encuentro junto a la estación de mil luces apagadas
del corazón, del cuello, del cordón, de los pies,
del sitio vacío
y de un botón.
Amanerado
Eran los aledaños de un julio meridiano. El sol reinaba con todo su esplendor sobre el horizonte de múltiples ubres. El asfalto palpitaba dulcemente, exhalando ese tierno aroma de alquitrán que origina en los cancerosos ideas a la par pueriles y corrosivas sobre el origen de sus dolencias. Un autobús, de librea verde y blanca, blasonado con una enigmática S, vino a recoger, junto al parque Monceau, un pequeño pero agraciado lote de viajeros candidatos a los húmedos confines de la disolución sudorípara. En la plataforma trasera de esta obra maestra de la industria automovilística francesa contemporánea, donde se amontonaban los transbordados como sardinas en lata, un pillastre que frisaba la treintena y que llevaba, entre un cuello de una longitud cuasi serpentina y un sombrero cercado por un cordoncillo, una cabeza tan sin gracia como plúmbea, alzó la voz para lamentarse, con amargura no fingida y que parecía emanar de un frasco de genciana, o de cualquier otro líquido de propiedades semejantes, de un fenómeno consistente en empujones reiterados que, según él, tenían como causante a un cousuario presente hic et nunc de la S. T. C. R. P. y le dio a su lamento el tono agrio de un viejo vicario que se hace pellizcar el trasero en un mingitorio y que, por excepción, no le apetece en absoluto tal delicadeza y no entra por uvas. Pero, al descubrir un sitio libre, se lanza en pos de él.
Más tarde, cuando el sol había bajado ya algunos peldaños de la monumental escalera de su parada celeste, y cuando de nuevo me hacía vehicular por otro autobús de la misma línea, observé al mismo personaje descrito anteriormente moviéndose en la plaza de Roma de forma peripatética en compañía de un individuo eiusdem estofae que le daba, en esta plaza consagrada a la circulación automovilística, consejos de una elegancia tal que no iba más allá de un botón.
Injurioso
Tras una espera repugnante bajo un sol inaguantable, acabé subiendo en un autobús inmundo infestado por una pandilla de imbéciles. El más imbécil de estos imbéciles era un granuja con el gañote desmedido que exhibía un güito grotesco con un cordón en lugar de cinta. Este chuleta se puso a gruñir porque un viejo chocho le pisoteaba los pinreles con un furor senil; pero enseguida se arrugó largándose a un sitio vado todavía húmedo del sudor de las nalgas de su anterior ocupante.
Dos horas más tarde, qué mala pata, me tropiezo con el mismo imbécil que charra con otro imbécil delante de ese asqueroso monumento llamado la estación de Saint-Lazare. Parloteaban a propósito de un botón. Me digo: aunque se suba o se baje el forúnculo, mona se quedará, el muy requeteimbécil.
Distingo
¡Lo apretado que íbamos en aquella plataforma de autobús! ¡Y lo tonta y ridícula que tenía la pinta aquel chico! ¿Y qué se le ocurre hacer? ¡Hete aquí que le da por querer reñir con un hombre que -¡pretendía el tal galancete!- lo empujaba! ¡Y luego no encuentra nada mejor que hacer que ir rápido a ocupar un sitio libre! ¡En vez de cedérselo a una señora!
Dos horas después, ¿adivinan a quién me encuentro delante de la estación de Saint-Lazare? ¡El mismo pisaverde!¡Mientras recibía consejos sobre indumentaria! ¡De un compañero!
¡Como para no creérselo!
En total, noventa y nueve estilos diferentes como estos, contando la misma historia. Os aseguro que hay algunos geniales (uno de vegetales, otro de médicos), pero estos son los que he encontrado por internet. Espero que os hayan gustado tanto como a mí.
¡Un saludo!
lunes, 21 de marzo de 2011
¿Qué estoy leyendo?
domingo, 20 de marzo de 2011
Reseña: Cazadores de sombras 3. Ciudad de cristal
Para salvar la vida de su madre, Clary debe viajar hasta la Ciudad de Cristal, el hogar ancestral de los cazadores de sombras. Por si fuera poco, Jace no quiere que vaya y Simon ha sido encarcelado por los propios Cazadores de Sombras, que no se fían de un vampiro resistente al sol.
Mientras, Clary traba amistad con Sebastián, un misterioso cazador de sombras que se alía con ella. Valentine está dispuesto a acabar con todos los cazadores de sombras: la única opción que les queda a éstos es aliarse con sus mortales enemigos pero ¿podrán hombreslobo, vampiros y otras criaturas del submundo dejar a un lado susdiferencias con los cazadores de sombras?
viernes, 18 de marzo de 2011
Frase del día
jueves, 17 de marzo de 2011
Confirmada la publicación de Donde los árboles cantan, de Laura Gallego
"¡Buenas noticias! Donde los árboles cantan será publicada por SM en octubre de este mismo año. También saldrá en catalán al mismo tiempo con Cruïlla, y estamos negociando la publicación en América Latina. En los próximos días espero poder anunciaros oficialmente en qué países saldrá, y cuáles serán las fechas de lanzamiento en cada caso.
Entretanto, empezaremos el proceso de edición, y en SM también comenzarán a preparar la cubierta. La ilustradora elegida para hacerla es Cris Ortega."
miércoles, 16 de marzo de 2011
Miércoles musicales III: Quiero
martes, 15 de marzo de 2011
Comentario sobre La Sombra del Viento y El Juego del Ángel
lunes, 14 de marzo de 2011
Por Japón
sábado, 12 de marzo de 2011
Érase una vez... II
Érase una vez...
...un árbol que se situaba en lo más alto de un monte. Era un árbol solitario, de una especie de la que ya no quedaban muchos. Se trataba de una gran masa arbórea cuyo tronco medía 30cm de diámetro. El tronco era de un fuerte color marrón, pero se trataba de un marrón viejo, pues el árbol tenía ya más de 60 años.
De hecho, hoy era el sexagésimo primer cumpleaños de nuestro querido árbol, y lo iba a celebrar por todo lo alto. Había llamado a todos sus amigos para celebrar su cumpleaños de una forma especial.
Había organizado una gran ceremonia. Todos sus amigos acudirían: los pájaros, el búho, la familia de los castores, el señor conejo de Alicia en el país de las maravillas, Harry Potter, Dobby (el elfo doméstico)... ¡incluso Clary, Jace y todos los cazadores de sombras habían afirmado que acudirían!
El árbol, que se llamaba PEPE, había invitado también a otros cuantos personajes famosos, entre ellos a una familia de 101 dálmatas. PEPE había decidido invitar también a Luna y a Ron, pero no habían podido ir porque les había funcionado mal la chimenea intentando viajar con polvos flu.
Sin embargo, la fiesta fue un éxito.
Enormes fuegos artificiales con forma de dragones, una gran SOPA de SAPO para todos y, sobre todo, mucha y buena música. Pepe, que era un árbol con buenos gustos musicales había conseguido que grupos tan buenos como Iron Maiden y Bullet For My Valentine ¡¡¡fueran a dar un concierto en su fiesta!!! Los Maiden tocaron canciones míticas como The Clansman, Hallowed Be Thy Name o Fear of the dark.
Mucha música, mucha fiesta para pasarlo todos bien.
PEPE estaba ahí en medio, viendo cómo todos sus amigos reían, bailaban, volaban, reptaban, bebían, jugaban..., pero... el pobre PEPE estaba triste.
Veía que se estaba haciendo viejo. Cada vez tenía más aros. Y esos aros le hacían sentirse cada vez más viejo. No había día que no contara, uno a uno, esos aritos que le constituían por dentro. Algunas veces, cuando contaba, se olvidaba, y tenía que volver a empezar. Empezaba a perder la memoria. Y eso le ponía triste.
Mientras, veía cómo todos sus amigos se lo pasaban genial.
Dobby, el elfo doméstico, estaba hablando con el señor conejo. Le decía:
-¡QUE GRAN FIESTA!
Pero el señor conejo no dejaba de mirar su reloj y decir:
-En la tienda me han timado, este reloj se atrasa.
Así que se dio la vuelta y se fue corriendo a comprar otro, porque iban a cerrar.
Poco a poco, el efecto del alcohol fue haciendo mella en muchos de ellos. El búho tenía los ojos como platos e intentaba ligar con la lechuza, que estaba casada y tenía hijos. Los pájaros hacían un concurso muy divertido en el que ganaba el que mayor porrazo se diera volando en picado hacia el suelo. Ron, el amigo de Harry, estaba haciendo honor a su nombre bebiéndose una botella de ron y diciendo:
-Me voy a tirar a todas las chicas de la fiesta.
Y entonces apareció por ahí la profesora McGonagall y le replicó:
-¡Deja de fingir, que sé que eres gay!
PEPE estaba atento a todo aquello y tenía unas ganas tremendas de salir corriendo. Pero... no podía. Principalmente, no podía correr se estaba meando muchísimo y casi no podía ni moverse.
Así que PEPE habló, con la voz fuerte de alguien que sabe lo que dice:
-Queridos amigos -hizo una pausa-: os he llamado a esta fiesta porque hoy es un día muy especial para mí. Hace 61 años, en esta misma montaña, nací. Mi madre fue una mujer árbol trabajadora y estaría muy orgullosa de ver hasta donde he llegado. Recuerdo que fui una semilla problemática. En mis primeros años como tallo, aprendí lo dura que puede ser la vida para alguien como yo. Fui creciendo y poco a poco os fui conociendo. Algunos (dijo mirando a Blancanieves) os dedicasteis a esconderos de malvadas madrastras y brujas que querían arrebataros el reino. Detrás de mi tronco os cobijabais sin apenas conocerme.
>>Otros (miró a Dobby) os dedicasteis a mear en mi tronco como si yo no fuera un ser vivo. Pero, sin embargo, os quiero a todos y por eso os he traído aquí. Para que presenciéis algo único. No voy a hacer como Bilbo Bolsón, que desapareció ante sus amigos en Bolsón Cerrado el día que cumplía 111 años. Sería un poco raro desaparecer de repente. Imaginaos esta montaña sin mí, aquí arriba, gobernándola. Así que yo no voy a hacer eso. Voy a... hacer otra fiesta en unos días. Pero no será una fiesta como esta. Porque esta fiesta tiene fuegos artificiales y SOPA de SAPO, pero la fiesta que haré dentro de unos días tendrá Drag Queens y gogos bailando, champán y muchas drogas. Y además, voy a quitarme esta copa de hojas a lo afro que tengo y me voy a peinar como Lady Gaga. Y, para que lo sepáis, queridos amigos y amigas, aunque me llame PEPE, soy un árbol ¡HEMBRA! Sin embargo, soy una especie de árbol tan especial, que me da igual que seáis machos o hembras, porque yo me reproduzco por esporas.
Un silencio se formó entre el público.
Alguien había dicho algo que les había hecho callar a todos.
Había sido Harry Potter, que había dicho que su varita estaba hecha con la madera del hermano de PEPE.
Silencio. Y después, todas las miradas hacia Potter. Con la primera sílaba como un escupitajo.
Y luego, Harry, mirando hacia los lados, ruborizado.
Pepe miró a Harry. Todos miraron a Harry.
(Hurry up, hurry up, dijo el señor conejo agitando su reloj).
Y Harry, que no sabía qué hacer, se puso a saltar.
El búho hizo un sonido extraño, a lo búho.
Los castores empezaron a morderse las uñas.
Un hada madrina que pasaba por ahí en helicóptero dijo al chofer que diera la vuelta. El chofer era un topo y, al intentar girar, viró hacia el suelo. El helicóptero se estrelló contra el suelo formando una gran explosión. ero la hadita había caído, gracias a Dios, en la marmita de la SOPA de SAPO y se convirtió en OBELIX.
Entonces, un sapo gritó:
-¡Coño! ¡Con lo guapa que era, ahora es un gordo enorme!
Y él/ella dijo:
-Ya, soy un gordo enorme, ¡pero este vestido me queda divino de la muerte!
Croac, se oyó de fondo.
-¡Cuidado! -gritaron muchos.
-¡¡¡Correeeeed!!! -más y más gritos.
Animales corriendo.
Gente corriendo.
Pájaros corriendo.
Búho ojiplático corriendo.
Todos se fueron, pero PEPE no podía correr.
Y entonces... alguien se quedo con él, para que no muriera solo.
Era Dobby, el elfo, que se estaba meando.
La gran explosión del helicóptero había provocado un pequeño incendio que se iba alimentando poco a poco de toda la naturaleza que había a su alrededor. Pronto se acercaría a PEPE y acabaría con ella.
Porque, recordemos, PEPE era una hembra.
Las llamas se acercaban. PEPE no sabía qué hacer. Su vida estaba en las manos de Dios.
O de Dobby.
Cuando las llamas se acercaron lo suficiente, a Dios, digo... a Dobby, se le ocurrió la solución:
Orinó sobre el fuego, y éste desapareció.
PEPE se había salvado.
De repente, volvieron todos los que habían huido, pero PEPE se dio cuenta de que su único amigo era Dobby, así que echo a todos los demás de su montaña y todos los que antes habían huido, agacharon la cabeza avergonzados y dieron media vuelta, reprendiéndose por su cobardía.
Así que PEPE y Dobby se quedaron a solas.
Dobby miró a PEPE.
PEPE miró a Dobby.
Ella fue la primera en hablar, mirando a Dobby con ojos fulgurantes:
-Siempre me has gustado –dijo.
Entonces, Dobby, sonrojado, admitió que si siempre iba a mear al tronco de PEPE, era por tener una excusa para acercarse a ella, porque siempre había sabido que era una hembra. Así que los dos se besaron.
El sabor del tronco dulce, parecido al sabor del regaliz.
Y hablando de regalices, vivieron felices, y comieron regalices, a pesar de que PEPE no podía correr por culpa de tener raíces.
FIN
Con la colaboración de @chaantii94 y @polilla_.
viernes, 11 de marzo de 2011
Érase una vez... I
jueves, 10 de marzo de 2011
Reseña: Duma Key, de Stephen King
miércoles, 9 de marzo de 2011
Miércoles Musicales II: My generation
martes, 8 de marzo de 2011
Crítica de "El Dueño de las Sombras" de Care Santos
Una novela que me atrapó desde el primer capítulo. Recuerdo que leí El Dueño de las Sombras hace varios años por primera vez y que lo repetí. Y pocos son los libros que he leído dos veces.
lunes, 7 de marzo de 2011
Novedades marzo 2011
Chufo Lloréns vuelve a seducir al lector, como ya hiciera en su anterior y exitosa novela,
A nadie le gusta estar enfermo. Afortunadamente, en el siglo XXII los científicos han encontrado la cura para la pandemia que, durante milenios, asoló el planeta. Un delirio que se contagiaba más rápido que cualquier otra enfermedad, afectando a cientos cada día, y a millones al cabo del año. Era tan grave que, encontrada la cura, el gobierno decretó su administración a todos los ciudadanos, a partir de la mayoría de edad.
Lena Holoway está emocionada. Lleva años esperando cumplir los 18. Por fin recibirá la cura, por fin vivirá sin dolor, de un modo predecible y feliz.
Por fin hay cura para esa enfermedad llamada amor.
Autor: Lauren Oliver
Fecha de publicación: marzo 2011
Edad: entre 13 y 18
PVP: 15,95€
Páginas: 448
Formato: 15 x 21,50