No es poesía, son ruinas es un pequeño poemario en formato plaquette que viene rodeado de un hilo de lana rojo, como un regalo que esconde preciosos (y dolorosos) versos en su interior. Nos encontramos ante un poemario suicida, un libro de enfermedades, una autopsia del corazón. "Este cuaderno nace durante el duelo de una pérdida voluntaria", dice Belice (que así se hace llamar la autora), preparándonos para un viaje por sus ruinas.
El poemario tiene una treintena de poemas además de otra suma de frases o versos sueltos y hace referencia a un montón de enfermedades y síntomas médicos, reuniendo las dos pasiones de la autora, medicina y literatura.
Se trata de una poesía desgarradora, mortal, una herida abierta sobre la que no sabemos si soplar para aliviar el dolor o si echarle sal para avivarlo. Porque, si duele, significa que aún no estamos muertos. Belice nos da su corazón del presente para que veamos las cicatrices de un pasado enfermo de amor, que es quizás la mejor y la peor de las enfermedades.
Poemas como Vestigios de un sistema límbico amputado o Prosopagnosia ante un espejo roto son poemas cortos pero directos que llegan a atravesar la piel. También lo es La alucinación extracampina de que te has muerto y no es que hayas dejado de buscarme, así como Pérdida de los límites del self, uno de mis favoritos.
También los poemas más largos son geniales. Por ejemplo El tejido cicatrizal es blanco como la luna llena de cosas vacías, un poema al recuerdo de un amor que ya no está pero que sigue doliendo. La alucinación especular en la que tú eras yo y te suicidabas es otro de los que más me han tocado, un poema que duele al leerlo, y eso no es fácil de conseguir.
Otro de mis favoritos es Historia de una pirómana que se enamoró de la lluvia y no sé si es porque el fuego es siempre la mejor metáfora para todo o si es porque a todos nos gusta quemarnos por dentro. Una forma preciosa y dolorosa de ver el tiempo es la de El corazón es mi miembro fantasma porque, sin tenerlo, duele hasta matar; y una madurez sincera aparece en El trastorno límite de personalidad de quien vive en una estación de trenes.
Son un montón de poemas y todos tienen algo que al mismo tiempo duele y salva, como cuando hacerse daño es la única forma de permanecer vivo. Y además de los poemas otros versos sueltos componen el poemario consiguiendo engancharnos más. Consiguiendo engancharnos demasiado. Este es uno de esos versos:
Un poemario demasiado corto que deja con ganas de más, aunque es completo en sí mismo. Un poemario con el que sentirse identificado por una cosa o por otra, con el que querer ser Belice para ayudarle a llevar ese dolor, para querer compartir el sufrimiento.
Podéis leer a Belice en su blog, donde encontraréis más textos suyos. Merece la pena.
¡Un saludo y feliz Navidad!
El poemario tiene una treintena de poemas además de otra suma de frases o versos sueltos y hace referencia a un montón de enfermedades y síntomas médicos, reuniendo las dos pasiones de la autora, medicina y literatura.
Se trata de una poesía desgarradora, mortal, una herida abierta sobre la que no sabemos si soplar para aliviar el dolor o si echarle sal para avivarlo. Porque, si duele, significa que aún no estamos muertos. Belice nos da su corazón del presente para que veamos las cicatrices de un pasado enfermo de amor, que es quizás la mejor y la peor de las enfermedades.
Poemas como Vestigios de un sistema límbico amputado o Prosopagnosia ante un espejo roto son poemas cortos pero directos que llegan a atravesar la piel. También lo es La alucinación extracampina de que te has muerto y no es que hayas dejado de buscarme, así como Pérdida de los límites del self, uno de mis favoritos.
También los poemas más largos son geniales. Por ejemplo El tejido cicatrizal es blanco como la luna llena de cosas vacías, un poema al recuerdo de un amor que ya no está pero que sigue doliendo. La alucinación especular en la que tú eras yo y te suicidabas es otro de los que más me han tocado, un poema que duele al leerlo, y eso no es fácil de conseguir.
Otro de mis favoritos es Historia de una pirómana que se enamoró de la lluvia y no sé si es porque el fuego es siempre la mejor metáfora para todo o si es porque a todos nos gusta quemarnos por dentro. Una forma preciosa y dolorosa de ver el tiempo es la de El corazón es mi miembro fantasma porque, sin tenerlo, duele hasta matar; y una madurez sincera aparece en El trastorno límite de personalidad de quien vive en una estación de trenes.
Son un montón de poemas y todos tienen algo que al mismo tiempo duele y salva, como cuando hacerse daño es la única forma de permanecer vivo. Y además de los poemas otros versos sueltos componen el poemario consiguiendo engancharnos más. Consiguiendo engancharnos demasiado. Este es uno de esos versos:
Un poemario demasiado corto que deja con ganas de más, aunque es completo en sí mismo. Un poemario con el que sentirse identificado por una cosa o por otra, con el que querer ser Belice para ayudarle a llevar ese dolor, para querer compartir el sufrimiento.
Podéis leer a Belice en su blog, donde encontraréis más textos suyos. Merece la pena.
¡Un saludo y feliz Navidad!