sábado, 12 de marzo de 2011

Érase una vez... II

Érase una vez...

...un árbol que se situaba en lo más alto de un monte. Era un árbol solitario, de una especie de la que ya no quedaban muchos. Se trataba de una gran masa arbórea cuyo tronco medía 30cm de diámetro. El tronco era de un fuerte color marrón, pero se trataba de un marrón viejo, pues el árbol tenía ya más de 60 años.

De hecho, hoy era el sexagésimo primer cumpleaños de nuestro querido árbol, y lo iba a celebrar por todo lo alto. Había llamado a todos sus amigos para celebrar su cumpleaños de una forma especial.

Había organizado una gran ceremonia. Todos sus amigos acudirían: los pájaros, el búho, la familia de los castores, el señor conejo de Alicia en el país de las maravillas, Harry Potter, Dobby (el elfo doméstico)... ¡incluso Clary, Jace y todos los cazadores de sombras habían afirmado que acudirían!

El árbol, que se llamaba PEPE, había invitado también a otros cuantos personajes famosos, entre ellos a una familia de 101 dálmatas. PEPE había decidido invitar también a Luna y a Ron, pero no habían podido ir porque les había funcionado mal la chimenea intentando viajar con polvos flu.

Sin embargo, la fiesta fue un éxito.

Enormes fuegos artificiales con forma de dragones, una gran SOPA de SAPO para todos y, sobre todo, mucha y buena música. Pepe, que era un árbol con buenos gustos musicales había conseguido que grupos tan buenos como Iron Maiden y Bullet For My Valentine ¡¡¡fueran a dar un concierto en su fiesta!!! Los Maiden tocaron canciones míticas como The Clansman, Hallowed Be Thy Name o Fear of the dark.

Mucha música, mucha fiesta para pasarlo todos bien.

PEPE estaba ahí en medio, viendo cómo todos sus amigos reían, bailaban, volaban, reptaban, bebían, jugaban..., pero... el pobre PEPE estaba triste.

Veía que se estaba haciendo viejo. Cada vez tenía más aros. Y esos aros le hacían sentirse cada vez más viejo. No había día que no contara, uno a uno, esos aritos que le constituían por dentro. Algunas veces, cuando contaba, se olvidaba, y tenía que volver a empezar. Empezaba a perder la memoria. Y eso le ponía triste.

Mientras, veía cómo todos sus amigos se lo pasaban genial.

Dobby, el elfo doméstico, estaba hablando con el señor conejo. Le decía:

-¡QUE GRAN FIESTA!

Pero el señor conejo no dejaba de mirar su reloj y decir:

-En la tienda me han timado, este reloj se atrasa.

Así que se dio la vuelta y se fue corriendo a comprar otro, porque iban a cerrar.

Poco a poco, el efecto del alcohol fue haciendo mella en muchos de ellos. El búho tenía los ojos como platos e intentaba ligar con la lechuza, que estaba casada y tenía hijos. Los pájaros hacían un concurso muy divertido en el que ganaba el que mayor porrazo se diera volando en picado hacia el suelo. Ron, el amigo de Harry, estaba haciendo honor a su nombre bebiéndose una botella de ron y diciendo:

-Me voy a tirar a todas las chicas de la fiesta.

Y entonces apareció por ahí la profesora McGonagall y le replicó:

-¡Deja de fingir, que sé que eres gay!

PEPE estaba atento a todo aquello y tenía unas ganas tremendas de salir corriendo. Pero... no podía. Principalmente, no podía correr se estaba meando muchísimo y casi no podía ni moverse.

Así que PEPE habló, con la voz fuerte de alguien que sabe lo que dice:

-Queridos amigos -hizo una pausa-: os he llamado a esta fiesta porque hoy es un día muy especial para mí. Hace 61 años, en esta misma montaña, nací. Mi madre fue una mujer árbol trabajadora y estaría muy orgullosa de ver hasta donde he llegado. Recuerdo que fui una semilla problemática. En mis primeros años como tallo, aprendí lo dura que puede ser la vida para alguien como yo. Fui creciendo y poco a poco os fui conociendo. Algunos (dijo mirando a Blancanieves) os dedicasteis a esconderos de malvadas madrastras y brujas que querían arrebataros el reino. Detrás de mi tronco os cobijabais sin apenas conocerme.

>>Otros (miró a Dobby) os dedicasteis a mear en mi tronco como si yo no fuera un ser vivo. Pero, sin embargo, os quiero a todos y por eso os he traído aquí. Para que presenciéis algo único. No voy a hacer como Bilbo Bolsón, que desapareció ante sus amigos en Bolsón Cerrado el día que cumplía 111 años. Sería un poco raro desaparecer de repente. Imaginaos esta montaña sin mí, aquí arriba, gobernándola. Así que yo no voy a hacer eso. Voy a... hacer otra fiesta en unos días. Pero no será una fiesta como esta. Porque esta fiesta tiene fuegos artificiales y SOPA de SAPO, pero la fiesta que haré dentro de unos días tendrá Drag Queens y gogos bailando, champán y muchas drogas. Y además, voy a quitarme esta copa de hojas a lo afro que tengo y me voy a peinar como Lady Gaga. Y, para que lo sepáis, queridos amigos y amigas, aunque me llame PEPE, soy un árbol ¡HEMBRA! Sin embargo, soy una especie de árbol tan especial, que me da igual que seáis machos o hembras, porque yo me reproduzco por esporas.

Un silencio se formó entre el público.

Alguien había dicho algo que les había hecho callar a todos.

Había sido Harry Potter, que había dicho que su varita estaba hecha con la madera del hermano de PEPE.

Silencio. Y después, todas las miradas hacia Potter. Con la primera sílaba como un escupitajo.

Y luego, Harry, mirando hacia los lados, ruborizado.

Pepe miró a Harry. Todos miraron a Harry.

(Hurry up, hurry up, dijo el señor conejo agitando su reloj).

Y Harry, que no sabía qué hacer, se puso a saltar.

El búho hizo un sonido extraño, a lo búho.

Los castores empezaron a morderse las uñas.

Un hada madrina que pasaba por ahí en helicóptero dijo al chofer que diera la vuelta. El chofer era un topo y, al intentar girar, viró hacia el suelo. El helicóptero se estrelló contra el suelo formando una gran explosión. ero la hadita había caído, gracias a Dios, en la marmita de la SOPA de SAPO y se convirtió en OBELIX.

Entonces, un sapo gritó:

-¡Coño! ¡Con lo guapa que era, ahora es un gordo enorme!

Y él/ella dijo:

-Ya, soy un gordo enorme, ¡pero este vestido me queda divino de la muerte!

Croac, se oyó de fondo.

-¡Cuidado! -gritaron muchos.

-¡¡¡Correeeeed!!! -más y más gritos.

Animales corriendo.

Gente corriendo.

Pájaros corriendo.

Búho ojiplático corriendo.

Todos se fueron, pero PEPE no podía correr.

Y entonces... alguien se quedo con él, para que no muriera solo.

Era Dobby, el elfo, que se estaba meando.

La gran explosión del helicóptero había provocado un pequeño incendio que se iba alimentando poco a poco de toda la naturaleza que había a su alrededor. Pronto se acercaría a PEPE y acabaría con ella.

Porque, recordemos, PEPE era una hembra.

Las llamas se acercaban. PEPE no sabía qué hacer. Su vida estaba en las manos de Dios.

O de Dobby.

Cuando las llamas se acercaron lo suficiente, a Dios, digo... a Dobby, se le ocurrió la solución:

Orinó sobre el fuego, y éste desapareció.

PEPE se había salvado.

De repente, volvieron todos los que habían huido, pero PEPE se dio cuenta de que su único amigo era Dobby, así que echo a todos los demás de su montaña y todos los que antes habían huido, agacharon la cabeza avergonzados y dieron media vuelta, reprendiéndose por su cobardía.

Así que PEPE y Dobby se quedaron a solas.

Dobby miró a PEPE.

PEPE miró a Dobby.

Ella fue la primera en hablar, mirando a Dobby con ojos fulgurantes:

-Siempre me has gustado –dijo.

Entonces, Dobby, sonrojado, admitió que si siempre iba a mear al tronco de PEPE, era por tener una excusa para acercarse a ella, porque siempre había sabido que era una hembra. Así que los dos se besaron.

El sabor del tronco dulce, parecido al sabor del regaliz.

Y hablando de regalices, vivieron felices, y comieron regalices, a pesar de que PEPE no podía correr por culpa de tener raíces.

FIN

Con la colaboración de @chaantii94 y @polilla_.

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