jueves, 31 de marzo de 2011

Poesía: Amor constante más allá de la muerte, de Quevedo


¡Hola! ¿Qué os traigo hoy? Hoy he decidido traer algo nuevo: un poema. Tal vez a partir de ahora os traiga de vez en cuando algún que otro poema o algún fragmento de algo que esté leyendo. Este poema de Quevedo me encanta y es uno de mis sonetos favoritos. Espero que lo disfrutéis. ¡Un saludo!

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

mas no, de esotra parte en la ribera,
dejará la memoria en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado,
serán ceniza, mas tendrá sentido,
polvo serán, mas polvo enamorado.


miércoles, 30 de marzo de 2011

Miércoles musicales V: Sunshine of your love

¡Hola a todo el mundo y feliz miércoles! Hoy, como otros miércoles, os traigo algo de música. Hoy toca Sunshine of your love, de Cream. ¡Disfrutadla!



¡Que tengáis un buen día!

martes, 29 de marzo de 2011

Crítica de Cujo, de Stephen King


Ya os lo he dicho más de una vez: Stephen King impresiona con cada obra que saca. Hoy os quiero hablar de Cujo. Cujo es un perro. Esta es la historia de un perro, y eso tampoco tiene nada de raro. Pero es que Cujo no era un perro nada raro hasta que... Chan, chan, chan... Veamos cómo os lo explico. Digamos que este libro me impactó tanto que hizo que tuviera miedo a los perros. Literalmente. Es una historia de terror. Es la especialidad de Stephen King, eso lo sabe todo el mundo. Terror, misterio... Solo que en esta historia no hay monstruos. O el único monstruo es Cujo, un perro. Un perro al que le ha pasado algo en el cerebro. Antes era un perro bueno, con el que jugaban alegres los niños. Pero ahora ya no lo es. Ahora es un asesino.
Es una lástima no tener el libro ahora en mis manos, ya que cuando lo leí lo saqué de una biblioteca, pero os aseguro que esta historia me atrapó desde el primer día. Lo leí en cuatro.
Algo que debo mencionar es la capacidad genial de Stephen King en introducirnos en la mente de Cujo. En la mente de un perro. Una forma excepcional de narrar una historia. Por un lado sabemos que Cujo es bueno. Por otro lado, vemos cómo tiene ansia de matar, cómo tiene sed de asesinar...
Y debo mencionar muchísimas más cosas, seguro, pero para ello me gustaría tener el libro y no es el caso, así que, nada: os lo recomiendo. Y mucho.

lunes, 28 de marzo de 2011

Una de portadas I


Siempre, antes de publicar un libro, se hacen varias portadas para que el autor pueda elegir entre ellas la que quiere que represente a su obra. Todo el mundo sabe lo importante que es la portada de un libro, a pesar de que no se deba juzgar a un libro por su portada.
En mi caso, yo mismo diseñé distintas portadas para Doce de diciembre y quiero compartir algunas de ellas con vosotros. El título también lo cambié después de hacer algunas de ellas. Antes de decidirme por Doce de diciembre tenía pensado Apocalipsis a medianoche.

1.

2.

3.

4.

5.

6.

7.

8.

Y la portada definitiva:
¿Qué diseño os gusta más? ¿Con cual os quedaríais? ¿Creéis que ha sido buena opción la definitiva? ¡Espero vuestros comentarios!
¡Un saludo!

domingo, 27 de marzo de 2011

Mientras pasan las horas

¡Hola a todo el mundo!
La entrada de hoy es una entrada un poco diferente a todo lo que haya escrito en el blog antes. Hoy me ha dado por regodearme hablando de uno de mis libros. Yo voy a disfrutar, espero que vosotros también lo hagáis. Se trata de Mientras pasan las horas, mi primera recopilación de poemas. He aquí la portada:


Antes de nada debo deciros que escribir este libro ha sido toda una experiencia. Es verdad que lo mío, más que la poesía, es la narrativa, pero os confesaré que siempre me ha gustado escribir poemas. Aunque en situaciones diferentes a aquellas en las que escribo narrativa.

Uno escribe fantasía en ocasiones. A veces me da por escribir novela de terror (Doce de diciembre es la prueba). Pero, también en ocasiones, aunque menos a menudo, escribo poesía. Se trata de situaciones especiales, en las que me siento más abierto a mí mismo. O más cerrado a los demás. O tal vez al contrario, situaciones en las que me siento más abierto a otro.

Por ejemplo, y ya sé que es el tópico más tópico del mundo, escribo poesía cuando creo que siento amor, o cuando creo que dejo de sentirlo. Es un tópico hablar de poesía y de amor al mismo tiempo, pero os aseguro que lo uno lleva a lo otro. El amor (por lo menos a mí) o la falta de ello, me hace escribir en verso.

Otras ocasiones también son propicias para escribir poesía y han tenido como fruto algunos de los poemas de este libro. Por ejemplo, situaciones de cabreo absoluto. Seguro que has tenido alguna vez un momento en el que estás en contra de todo el mundo. Y además te parece que es el mundo el que está en tu contra. A mí me ha pasado. Y me ha ayudado a escribir poemas. Será que estoy loco. O tal vez no.

Pero no solo eso ha sido motivo de crear poesía. También la experimentación. Y la pericia que necesita uno para meterse con alguien sin que éste se dé cuenta. Me estoy refiriendo a esconder mensajes entre las palabras de un poema. Al principio no lo hacía, pero he de confesaros que es ahora una de mis aficiones favoritas. Sí, algunos de mis poemas tienen mensajes ocultos. Y muchos de ellos no son nada buenos. Si alguna vez tenéis mi libro en las manos, os reto a que los descubráis. Existen pistas.

Y como este último párrafo me ha quedado muy pero que muy misterioso (modestia aparte, que hoy no tengo mucha, bueno, ni nunca) no quiero más que animaros a descubrir el mundo de la poesía. Existen dos formas de hacerlo. Una de ellas es poniéndoos a escribir poemas. La otra, y es una que recomiendo, es comprando mi libro y disfrutando de él. Sí, parece que os estoy pidiendo que me compréis el libro, pero no es así. Simplemente, lo dejo caer.

La página web oficial del libro está en este enlace. Desde ella podréis acceder a la biblioteca de Bubok y comprar el libro, que son solo 10€.

Pero no quiero que esto parezca un anuncio de teletienda. De verdad, os animo a que escribáis poesía y espero que la disfrutéis tanto como yo disfruto con ella.

¡Un saludo!

viernes, 25 de marzo de 2011

Érase una vez... III

Érase una vez...
...un perro.
Perry era un perro llorica. Siempre se quejaba por todo. Que si soy más raro que un perro verde, que dónde se ha visto un perro rosa, que si soy un perro hortera y yo no elegí serlo, que a quién se le ocurrió hacer un perro a cuadros con distintas tonalidades de rosa, que si su lengua verde no va a juego... En fin, un perro quejica. Se quejaba incluso de que tenía unos ladridos muy fuertes que ahuyentaban a las perritas cuando se acercaban, y los cachorros le temían.
Pobre Perry, el perro llorica.
Un día, el Grupo Anti Extraterrestres Perrunos, o GAEP, apareció por la perrera en la que le habían encerrado por escándalo público. Querían utilizarlo para salvar la Tierra.
Perry, dispuesto usar sus dotes asustadizas para salvar el planeta, con su piel a cuadros de diferentes rosas y su terrible lengua verde... viajó al espacio.
Allí conoció a una perra de cuadros de otra galaxia. Se enamoró y, por muy misterioso que pareciera, empezó a creer que resultaba que ahí se sentía más cómodo. Tal vez se trataba de que en realidad, Perry era un extraterrestre que había nacido en la Tierra por equivocación. Convenció a los perros raros extraterrestres que no lucharan contra la Tierra y, por fin, salvó el planeta.
Al mismo tiempo, se casó con la perra de la que se había enamorado, y tuvieron perritos de muchos colores. Y colorín, colorado, este colorido cuento se ha acabado.

jueves, 24 de marzo de 2011

Reseña: Theodore Boone. Joven abogado, de John Grisham


SINOPSIS

Un crimen perfecto, un testigo sin rostro y Theodore Boone, quien sabe tanto que tal vez sepa demasiado. El joven aprendiz de abogado se ve involucrado inesperadamente en el juicio de un sensacional crimen: se ha cometido un asesinato a sangre fría y su autor está a punto de salir indemne.
Theo es la única persona que conoce la verdad y decide arriesgarlo todo para conseguir que se imparta justicia. Theo había soñado siempre con ser un gran abogado, de hacer una gran carrera en los estrado, y en verdad lo tenía todo para conseguirlo, pero no esperaba en ningún caso encontrarse tan pronto en los tribunales.
Theodore Boone, trece años, hijo único de dos prestigiosos abogados de la ciudad de Strattenburg, conocedor de todos los jueces, de la policía, del secretario judicial, familiarizado desde niño con el complejo mundo de las leyes, es el protagonista vocacional de esta trepidante novela. Intriga y suspense se suceden desde la primera línea hasta al final, y son los elementos fundamentales con los que John Grisham, el maestro indiscutible del thriller judicial, elevó el género a la categoría de best-seller en todo el mundo.


PERSONAJES

Theo Boone: nuestro protagonista es un chico más en su clase del colegio, donde cada uno tiene sus aficiones. A él le gustan los juicios y es un experto en derecho, a pesar de tener trece años. Por eso, siempre que se lo piden, ayuda a sus compañeros de clase y a sus familias. En esta ocasión, será una pieza importante en el juicio más interesante de su ciudad.
El señor Boone y la señora Boone: sus padres, abogados ambos. Él se ocupa de asuntos inmobiliarios, ella de divorcios. Juntos tienen el bufete de abogados Boone & Boone.
Ike Boone: el tío de Theo. Antes había trabajado como un importante abogado, pero ahora se dedica a cosas menos interesantes dentro del mundo del derecho. Sin embargo, cuando Theo le pide consejo, se involucrará por completo en el caso para ayudar a su sobrino.
April Finnemore: la mejor amiga de Theo, pues eran amigos desde la guardería. Sus padres están en pleno proceso de divorcio y ella lo está pasando mal, pero tiene a Theo para no sentirse sola.
Julio Pena: procedente de San Salvador, es amigo de Theo en el colegio. Acude a él para pedirle ayuda y... (no quiero contar más).
Bobby: primo de Julio. No tiene papeles y trabaja en un campo de golf.
Pete Duffy: un hombre acusado de matar a su mujer.
Henry Gantry: el juez encargado del caso Duffy y amigo de Theo.


COMENTARIO

Una novela bastante agradable. Unos personajes interesantes, un caso judicial que da la impresión de estar resuelto y un chaval que sabe la verdad. Ágil, comprometida con la sociedad. Así es como podría definir este libro.
En un primer plano nos encontramos con la figura de Theo, un chaval que siempre ayuda a los demás, un gran juez en potencia. Es listo y buena persona.
En segundo plano, un juicio. Parece que todo está claro, pero... al final siempre te llevas una sorpresita. Algo que hace que la historia cambie. Como... un testigo fantasma, por ejemplo.
También encontramos un trasfondo social: la familia Boone tiene un albergue donde acoge a familias sin hogar. Donde ayudan a las familias a salir adelante, buscando trabajo para las madres y educación para los hijos. Es gratificante leer sobre una familia así.
Una bonita novela, al fin y al cabo, con la que puedes sentirte a gusto y, al mismo tiempo, expectante por la intriga que produce debido a que se trata de un thriller judicial.
Valores como la fidelidad, el amor, el cariño de la familia y la solidaridad con el que no tiene se ponen de relieve en los personajes principales en contraste con la frialdad de los valores del supuesto asesino y del grupo de letrados de la defensa.
En definitiva, debo decir que he disfrutado con esta novela, que se lee en nada, y que espero que tú también disfrutes de ella si cae en tus manos. Sin duda, la recomiendo.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Miércoles musicales IV: Bad Reputation

¡Hola a tod@s! Hoy, un miércoles más, os traigo algo de música en el blog. ¿Y qué os traigo hoy? Pues nada más y nada menos que una pizca de clásico rock and roll. Esto es Bad Reputation, de Joan Jett. Disfrutadlo.



¡Feliz miércoles musical!

martes, 22 de marzo de 2011

Ejercicios de estilo, de Raymond Queneau

Raymond Queneau fue un escritor francés que perteneció a la Academia Goncourt. Escribió múltiples novelas, ensayos... pero a nosotros no nos importa la historia, eso es un rollo. Así que, vayamos al grano. Este tío escribió un libro llamado Ejercicios de estilo, en el que narraba una misma situación/cuento de dos párrafos de 99 estilos diferentes, cada cual más chulo que el anterior.
Y he me aquí que me ha gustado lo que este hombre realizó y quiero daros una muestra, para que veáis lo chulo que es. He aquí, pues, una muestra:

Notaciones

En el S, a una hora de tráfico. Un tipo de unos veintiséis años, sombrero de fieltro con cordón en lugar de cinta, cuello muy largo como si se lo hubiesen estirado. La gente baja. El tipo en cuestión se enfada con un vecino. Le reprocha que lo empuje cada vez que pasa alguien. Tono llorón que se las da de duro. Al ver un sitio libre, se precipita sobre él.
Dos horas más tarde, lo encuentro en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: "Deberías hacerte poner un botón más en el abrigo." Le indica dónde (en el escote) y por qué.


Relato

Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que había quedado libre.
Dos horas más tarde, volví a verlo delante de la estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente.


Vacilaciones

No sé muy bien dónde ocurría aquello... ¿en una iglesia, en un cubo de la basura, en un osario? ¿Quizás en un autobús? Había allí... pero, ¿qué había allí? ¿Huevos, alfombras, rábanos? ¿Esqueletos? Sí, pero con su carne aún alrededor, y vivos. Sí, me parece que era eso. Gente en un autobús. Pero había uno (¿o dos?) que se hacía notar, no sé muy bien por qué. ¿Por su megalomanía? ¿Por su adiposidad? ¿Por su melancolía? No, mejor... más exactamente... por su juventud, adornada con un largo... ¿narigón? ¿mentón? ¿pulgar? No: cuello; y por un sombrero extraño, extraño, extraño. Se puso a pelear -sí, eso es-, sin duda con otro viajero (¿hombre o mujer?, ¿niño o viejo?) Luego eso se acabó, concluyó acabándose de alguna forma, probablemente con la huida de uno de los dos adversarios.
Estoy casi seguro de que es ese mismo personaje el que me volví a encontrar, pero ¿dónde? ¿Delante de una iglesia? ¿delante de un osario? ¿delante de un cubo de la basura? Con un compañero que debía de estar hablándole de alguna cosa, pero ¿de qué? ¿de qué? ¿de qué?


Retrógrado

Te deberías añadir un botón en el abrigo, le dice su amigo. Me lo encontré en medio de la plaza de Roma, después de haberlo dejado cundo se precipitaba con avidez sobre un asiento. Acababa de protestar por el empujón de otro viajero que, según él, le atropellaba cada vez que bajaba alguien. Este descarnado joven era portador de un sombrero ridículo. Eso ocurrió en la plataforma de un S completo aquel mediodía.


Punto de vista subjetivo

No estaba descontento con mi vestimenta, precisamente hoy. Estrenaba un sombrero nuevo, bastante chulo, y un abrigo que me parecía pero que muy bien. Me encuentro a X delante de la estación de Saint-Lazare, el cual intenta aguarme la fiesta tratando de demostrarme que el abrigo es muy escotado y que debería añadirle un botón más. Aunque, menos mal que no se ha atrevido a meterse con mi gorro.

Poco antes, había reñido de lo lindo a una especie de patán que me empujaba adrede como un bruto cada vez que el personal pasaba, al bajar o al subir. Eso ocurría en uno de esos inmundos autobuses que se llenan de populacho precisamente a las horas en que debo dignarme a utilizarlos.


Otro punto de vista subjetivo

Había hoy en el autobús, a mi lado, en la plataforma, uno de esos mocosos de los que no abundan afortunadamente porque si no, acabaría por matar a uno. Aquél, un muchacho de unos veintiséis o treinta años, me irritaba especialmente, no tanto a causa de su largo cuello de pavo desplumado como por la clase de cinta de su sombrero, cinta reducida a una especie de cordón de color morado. ¡Jo!, ¡el cabrón! ¡Cómo me cargaba! Como a esa hora había mucha gente en nuestro la autobús, aprovechaba los empujones de costumbre a las subidas o bajadas para hincarle el codo en las costillas. Acabó por largarse

cobardemente antes de que o me decidiera a pisotearle un poco los pinreles para jorobarlo. También le hubiera dicho, para fastidiarlo, que a su abrigo demasiado escotado le faltaba un botón.


Ignorancia

Yo, no sé qué quieren de mí. Pues sí, he cogido el S hacia mediodía. ¿Que si había gente? A esa hora, por supuesto. ¿Un joven con sombrero de fieltro? Es muy posible. Aunque yo no miro descaradamente a la gente. Me importa un pito ¿Una especie de galón trenzado? ¿Alrededor del sombrero? Comprendo, una curiosidad como otra cualquiera, pero, desde luego, no me fijo en eso. Un galón trenzado... ¿y se habría peleado con otro señor? Cosas que pasan.
Y, además, ¿tendría que haberlo vuelto a ver otra vez una o dos horas más tarde? ¿Por qué no? Hay cosas aún más raras en la vida. Precisamente, recuerdo que mi padre me contaba a menudo que...



Versos libres

El autobús
lleno
el corazón
vacío
el cuello
largo
el cordóntrenzado
los pies
planos y aplanados
el sitio
vacío

y el inesperado encuentro junto a la estación de mil luces apagadas
del corazón, del cuello, del cordón, de los pies,
del sitio vacío
y de un botón.


Amanerado

Eran los aledaños de un julio meridiano. El sol reinaba con todo su esplendor sobre el horizonte de múltiples ubres. El asfalto palpitaba dulcemente, exhalando ese tierno aroma de alquitrán que origina en los cancerosos ideas a la par pueriles y corrosivas sobre el origen de sus dolencias. Un autobús, de librea verde y blanca, blasonado con una enigmática S, vino a recoger, junto al parque Monceau, un pequeño pero agraciado lote de viajeros candidatos a los húmedos confines de la disolución sudorípara. En la plataforma trasera de esta obra maestra de la industria automovilística francesa contemporánea, donde se amontonaban los transbordados como sardinas en lata, un pillastre que frisaba la treintena y que llevaba, entre un cuello de una longitud cuasi serpentina y un sombrero cercado por un cordoncillo, una cabeza tan sin gracia como plúmbea, alzó la voz para lamentarse, con amargura no fingida y que parecía emanar de un frasco de genciana, o de cualquier otro líquido de propiedades semejantes, de un fenómeno consistente en empujones reiterados que, según él, tenían como causante a un cousuario presente hic et nunc de la S. T. C. R. P. y le dio a su lamento el tono agrio de un viejo vicario que se hace pellizcar el trasero en un mingitorio y que, por excepción, no le apetece en absoluto tal delicadeza y no entra por uvas. Pero, al descubrir un sitio libre, se lanza en pos de él.

Más tarde, cuando el sol había bajado ya algunos peldaños de la monumental escalera de su parada celeste, y cuando de nuevo me hacía vehicular por otro autobús de la misma línea, observé al mismo personaje descrito anteriormente moviéndose en la plaza de Roma de forma peripatética en compañía de un individuo eiusdem estofae que le daba, en esta plaza consagrada a la circulación automovilística, consejos de una elegancia tal que no iba más allá de un botón.


Injurioso

Tras una espera repugnante bajo un sol inaguantable, acabé subiendo en un autobús inmundo infestado por una pandilla de imbéciles. El más imbécil de estos imbéciles era un granuja con el gañote desmedido que exhibía un güito grotesco con un cordón en lugar de cinta. Este chuleta se puso a gruñir porque un viejo chocho le pisoteaba los pinreles con un furor senil; pero enseguida se arrugó largándose a un sitio vado todavía húmedo del sudor de las nalgas de su anterior ocupante.
Dos horas más tarde, qué mala pata, me tropiezo con el mismo imbécil que charra con otro imbécil delante de ese asqueroso monumento llamado la estación de Saint-Lazare. Parloteaban a propósito de un botón. Me digo: aunque se suba o se baje el forúnculo, mona se quedará, el muy requeteimbécil.


Distingo

Por la mañana (y no por Ana la maña) viajaba en la plataforma (pero no formaba en la vieja plata) del autobús (no confundir con el alto obús), y como estaba llena (no me como esta ballena) la masa chocaba (y no la más achochada). Entonces un jovencito (y no cito un joven) extravagante (no vago estragante) se dirigió (aunque no digirió) a un sujeto (pero no atado) pacífico (no Atlántico) enojándose (no desojándose) porque éste (no Oeste) le pisaba el pie (no le pispaba el bies).
Al cabo del rato (y no al rabo del gato) yo vi al tonto (no llovía a lo tonto) en San Lázaro (no el de Tormes) conversando con un amigo (no amigando con un converso) más meticuloso (mas no supositorio) en temas de indumento (y no mento más té hindú).


Lítote (atenuando)

Eramos unos cuantos que nos desplazábamos juntos. Un joven, que no tenía pinta de inteligente, habló unos instantes con un señor que se encontraba a su lado; después, fue a sentarse. Dos horas más tarde, me lo encontré de nuevo; estaba en compañía de un amigo y hablaba de trapos.


Metafóricamente

En el centro del día, tirado en el montón de sardinas viajeras de un coleóptero de abdomen blancuzco, un pollo de largo cuello desplumado arengó de pronto a una, tranquila, de entre ellas, y su lenguaje se desplegó por los aires, húmedo de protesta. Después, atraído por un vacío, el pajarito se precipitó sobre él.
En un triste desierto urbano, volví a verlo el mismo día, mientras se dejaba poner las peras al cuarto a causa de un botón cualquiera.



Sorpresa

¡Lo apretado que íbamos en aquella plataforma de autobús! ¡Y lo tonta y ridícula que tenía la pinta aquel chico! ¿Y qué se le ocurre hacer? ¡Hete aquí que le da por querer reñir con un hombre que -¡pretendía el tal galancete!- lo empujaba! ¡Y luego no encuentra nada mejor que hacer que ir rápido a ocupar un sitio libre! ¡En vez de cedérselo a una señora!
Dos horas después, ¿adivinan a quién me encuentro delante de la estación de Saint-Lazare? ¡El mismo pisaverde!¡Mientras recibía consejos sobre indumentaria! ¡De un compañero!
¡Como para no creérselo!

En total, noventa y nueve estilos diferentes como estos, contando la misma historia. Os aseguro que hay algunos geniales (uno de vegetales, otro de médicos), pero estos son los que he encontrado por internet. Espero que os hayan gustado tanto como a mí.

¡Un saludo!

lunes, 21 de marzo de 2011

¿Qué estoy leyendo?


¡Hola a tod@s! ¡Feliz semana!

Hoy os quiero hablar del libro que estoy leyendo esta semana. Se titula Theodore Boone. Joven abogado, de John Grisham.
Uno de juicios, cortito. Subiré una reseña en cuanto lo termine, que espero que sea pronto.

¡Un saludo!