sábado, 12 de noviembre de 2011

Érase una vez... VIII

Éranse dos veces muy distintas la una de la otra.
Una se llamaba Eufrasia, y vivía entre las brumas del pasado, escondiéndose de las ideas que revoloteaban en la línea del tiempo. Las ideas eran malas, y le traían malos recuerdos de tiempos que nunca volverían y que eran tan fugaces como ella. Sin embargo, nunca se olvidaría de aquella vez de la que se enamoró.
La otra vez se llamaba Anastasio, y vivía elevado sobre las mágicas y agradables nubes del futuro. Soñaba con días en los que ser, pues nunca había sido, y toda vez desea por encima de todo formar parte de la frase "Érase una vez". Sin embargo, algo le hacía pensar que en algún momento conocería a una vez por la que sentiría algo más que amistad.
Y resultó que, en la bonita fecha del 11 de noviembre del año 2011, a las 11 horas de la mañana, y 11 minutos, Eufrasia vivió su momento. Al mismo tiempo, Anastasio tuvo lugar. La unión del pasado y el futuro tuvo un producto mágico, inevitable en el mundo real, un producto formado por ambos que se llamó presente.
En el presente, que duró tan solo un instante, Eufrasia y Anastasio tuvieron una intimidad infinita, semejante a lo que los humanos llaman amor. Y, en ese momento, ocurrió algo impensable. Eufrasia y Anastasio, unidos el uno al otro formaron una sola vez. Una vez que era. Érase una vez. Érase una vez un cuento que hablaba sobre veces. Se llamaba Andrea. No era un cuento feliz. No había encontrado su cuenta. Nunca le salían las cuentas. 
Un día, el cuento fue contado, un, dos, tres, cuatro, y encontró a su cuenta, que se llamaba Andrea. Fue un capricho del destino que las dos Andreas empezaran a contar al mismo tiempo, cada una en su idioma, él contando un cuento sobre veces, ella contando las veces que contaba el cuento. De ellos surgieron dos veces. Éranse dos veces... (sube al principio y continúa la historia).

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