¡Y esta es la segunda entrada de hoy, como os prometí!
Este fragmento es de El ojo de fuego, de Lewis Perdue.
El científico bajó la vista a sus brazos y piernas, intentando moverlas. Su boca se abrió para formar palabras, pero no logró emitir ningún sonido. Los ojos se le llenaron de lágrimas cuando se dio cuenta de lo que le había hecho.-Así es, corazón -dijo ello tranquilamente-. Ahora eres tetrapléjico.
¡Eso es todo por hoy! ¡Un saludo!
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